Se
acercó a ella. Cogió sus manos. Tras una leve caricia, preguntó: “¿qué has aprendido de todo esto?” Seguía llorando. Las lágrimas caían directas
al suelo. Silencio. Quizá ordenaba las palabras andes de decir. Quizá ni tan
siquiera escuchaba. Los movimientos ralentizados. Los ojos rotos. Los labios
apretados. La respiración suave y calmada. Respira, inspira. Llénate de prana…
Lentamente levantó la cabeza. Fue entonces cuando vio su cara. Su cara de niña
triste, rota. Abandonada. Parpadeó un par de veces. Contuvo la respiración. Un destello
de luz cruzó su mirada. Su mirada limpia. Porque ella es magia. “Soy la luz”,
pronunció. Voz lenta, pausada. Una leve sonrisa dibujó su cara. Los ojos como
espadas. Apretó las manos. Sintió su corazón latir en ellas. “Soy la luz”,
repitió. Rotunda.
16 abril 2015.