Madrid, 1 de junio de 2015
Querido abuelo,
Hoy es tu cumpleaños. Muchísimas felicidades. Por fin ha
llegado el calor de junio y ha desterrado el invierno. Este último año ha
venido cargado de cambios. Me he divorciado, bueno, aún estoy en trámite. No te
he contado, he denunciado al abogado que llevaba el caso por incompetente.
Espero haber firmado antes de agosto… Ahora vivo en una casita bastante más
pequeña. Tipo aldea del arce. Dori, Odín y Bastet son felices y es lo único que
importa. No conoces a la parejita. Te encantarían abuelo. Te darían ganas de
comértelos a besos. La Dori sigue como siempre, maravillosa y preciosa con esos
tremendos ojos azules. De vez en cuando se le escapa un destello de hada. Yo
hago como que no he visto nada. Me he acostumbrado a vivir con un hada y sé que
tienen sus cosas. Ella me cuida y vela mis días y mis noches. Ya la conoces.
Siempre recuerdo cuando la llevaba a vuestra casa y la llamabas mientras
castañeabas las uñas en el sofá. “¡Quico!¡Quico!”
Carlos se fue a vivir con su novia. Tampoco la conoces. Ya
te contará. Están aquí cerca, en el barrio de al lado, pero no le veo casi
nunca. Siempre trabajando. Es muy bueno en lo que hace. El mejor.
La abuela vive ahora con el tío y la tía en la playa. La
sacan de paseo y toma el aperitivo… pero cada día brilla con menos intensidad.
Sigue teniendo la mirada azul cielo de amanecer en primavera. Sabemos que el
invierno acecha. La verdad es que no quiero saberlo. Los tuyos son los ojos
grises más bonitos del mundo abuelo. Lo sabes. Recuerdo el día que te lo dije. Comíamos,
en vuestra casa. “Abuelo, tienes los ojos grises más bonitos del mundo.”
El primo se ha graduado. Quiere estudiar un grado doble en
nosequé y otra cosa más difícil todavía. Irá a Bilbao. Es la única universidad
donde imparten eso. Está enorme. Es clavadito al tío. Y mini yo… ya sabes a quien
me refiero. Se está convirtiendo en una mujer maravillosa. Ella es también
especial abuelo. Brilla. El otro día colgué en facebook una foto de la postal
que me enviaste desde la playa cuando repetí segundo de BUP. Repetiría una y
mil veces sólo por recibir tus palabras. “La vida no es fácil, hay que luchar.”
Se lo decías a una niña de 16 años. No he parado de luchar desde entonces
abuelo. Por mis venas laten Ribagordas, es el trato.
¡Soy vegana! Desde finales del verano pasado. Sabes que
siempre he sentido un amor especial hacia los animales, que los veo y trato
como iguales. Lo siento así. Bien, mi corazón hizo clic mirando los ojos de una
vaca, mirando los ojos de Odín. Los mismos ojos. La misma mirada. El mismo
sentimiento. ¡Sienten! Sienten dolor, alegría, pena, soledad, terror. ¡Sienten!
Sufren, aman… Como tú y como yo abuelo. “Ahora os puedo mirar tranquila, ya no os comeré más.” Voy a abrir una
tienda solidaria vegana. Se llama Mi Cabra Vegana, y he amadrinado a un
cabritillo negro como el tizón que le da nombre. Un montón de personas a las
que quiero y que me quieren lo están haciendo posible. También ha habido otra
que me ha traicionado de la peor de las maneras. Hay que luchar, decías. Lucho.
Puedes sentirte orgulloso abuelo. Merezco la sangre que corre por mis venas.
¿Recuerdas la radio antigua que
teníais en casa? Me la llevo a la tienda. Para teneros cerca. Ya sabes que soy
muy de teneros cerca abuelo. Aunque estéis lejos. También me traje a casa tu
enciclopedia. Te recuerdo leyendo un artículo de los muchos que fuiste
añadiendo al irme a vivir a la calle general millán astray. “Venceréis pero no
convenceréis”, espetó Unamuno al general franquista. ¡Abuelo! Ya casi se me
olvidaba. Los hemos echado. Ha vencido la dignidad. Los hemos echado de Madrid,
de tu Madrid. Del Madrid que has recorrido con la saca de cartero a cuestas
tantos días, tantos años, tanta vida… Pero no sólo de Madrid abuelo, de tantos
y tantos sitios… Y en noviembre los volveremos a echar. Ya te lo contaré. Te lo
contaré porque me gusta contarte.
Sigo brindando siempre, siempre,
siempre “por España y por sus islas”… No te quedes ojiplático, que te lo
explico. Una vez en La Manga hace como mil años terminamos de comer en un
restaurante. Se veía el mar. Levanté mi vaso y lo solté, por España. Añadiste,
y por sus islas. Al brindar le explico a la gente, que le importará un nada,
pero al decirlo te traigo a mi lado. A ti y a tus ojos grises. Ya sabes, los
más bonitos del mundo.
Y poco más abuelo. Que muchísimas
felicidades. Recuerda, el catorce es el mío… Treinta y siete ya abuelo. Y cada
día mejor. Muchos, muchísimos, todos los besos. Te quiero.
Tu nieta, Lourdes
N.B. Mamá y
papá han adoptado a Lunita, una gata callejera tricolor enorme y preciosa, mi
hermana.