Antecedentes
En el periodo anterior a la Segunda
República, el dictador Miguel Primo de Rivera mantuvo el discurso de la
domesticidad. Este fue heredado por su hijo, cuya idea de lo que debía ser una
mujer se basaba en: una abnegada madre, esposa y ama de casa. Los años de la
dictadura de Primo de Rivera (septiembre de 1923 a enero de 1930) se encuadran
en los años del periodo de entreguerras. Las formaciones políticas de la
derecha española que nacieron en la década de 1920, igualaron sus
planteamientos en lo que respecta a la concepción jerárquica de la sociedad, la
familia y los sexos en su concepción de la diferencia sexual (Moral Roncal,
2011).
Aunque el Estado Español no
participó en la Gran Guerra, los años 20 fueron sinónimo de crisis política y
social. Para la sociedad liberal, el orden y la estabilidad social tienen como
base la división de géneros (jerarquía sexual, división de espacios, de
funciones, complementariedad de los sexos) creada por ella y razonada como
leyes inmutables de la naturaleza. Todo debate acerca de esta clasificación de
las personas en base a su sexo, toda polémica referente a la educación de
género, creaba inestabilidad y desorden. Desde el tradicionalismo que defendían
los sectores más conservadores, se hizo
hincapié en la recuperación y afianzamiento de roles y divisiones de
género (Morant I Ariño, 2012).
Hasta la llegada de la II República,
las mujeres seguían subordinadas al varón, legal y políticamente. La división
complementaria de los espacios hacía que las mujeres se encargasen solas de la
gestación y la crianza de la descendencia, además del trabajo doméstico. En
algunos casos también tenían que trabajar fuera de casa porque el salario del
marido no era suficiente, con sueldos muy por debajo de lo que cobraban los
varones. El sufragio universal, la igualdad civil, el divorcio, el acceso a
determinadas profesiones, eran asignaturas pendientes que la República
solucionaría (Yusta, 2006).
La II República
La
proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, supuso la
invasión, que no la conquista, del
espacio público por las mujeres. Los políticos republicanos tomaron conciencia
ante la situación de desigualdad que asfixiaba a las mujeres. Si querían que la
República fuese moderna, era imprescindible mejorar las condiciones de vida de
las mujeres (Ibíd).
Las mujeres obtuvieron la ciudadanía
de pleno derecho, ya que les fueron otorgados derechos civiles, sociales y
políticos, todos ellos recogidos en Decretos, Leyes y en la Constitución
aprobada en diciembre de 1931. Tanto para aquellas jóvenes que la celebraban
con gorro frigio y escarapelas republicanas como para las conservadoras, que
defendían los valores tradicionales: religión, familia, hogar.
Sin embargo, en el mundo laboral
encontraron la oposición más férrea por parte de los obreros, ya que allí donde
trabajaba una mujer el patrón reducía los salarios, que por la patronal, puesto
que aprovechaba esta situación para obtener mayor plusvalía al pagar menos.
Formaciones de la izquierda como UGT y PSOE apoyaban la idea de un salario
maternal para que se quedasen en casa criando a la descendencia y adecentando
el hogar (Ibíd.). Es decir, sin transgredir las labores propias de su sexo.
Las organizaciones de mujeres
asumieron de diferente manera estos cambios de una sociedad tradicional a una
que, al menos en lo legal, se pretendía igualitaria. Las republicanas de la
Asociación Nacional de Mujeres Españolas, ANME, aunque sufragistas, defendían
un feminismo conservador cuyo discurso continuaba con la idea tradicional del
papel de la mujer en la sociedad.
Las asociaciones femeninas de
izquierdas, en el contexto de luchas e inestabilidad social, se ordenaron con
las organizaciones masculinas realizando tareas auxiliares de asistencia y
cuidado, tan tradicionales. Las actividades que proponía la Asociación de
Mujeres Antifascistas, AMA, eran aquellas que se pudiesen compaginar con las
labores del hogar y estuviesen en conexión con estas. Es en abril de 1936
cuando nace una organización que reivindica los derechos de las mujeres y lucha
contra el capitalismo y el patriarcado desde presupuestos anarquistas. Son
Mujeres Libres, creada por un grupo de
mujeres que ve que no tenían espacio propio en el partido, la CNT. No se llaman
feministas por las reminiscencias burguesas que desde la izquierda se ha
cargado el término (Ibíd.).
Las mujeres conservadoras, que
formaron agrupaciones en los partidos de derechas, justificaban su transgresión
de género como algo excepcional, hasta que las divisiones de espacios quedaran
de nuevo establecidas (Vincent, 2003 y Blasco Herranz, 2003, citados por Morant
I Ariño, 2012, p.118). Aun en contra del nuevo status adquirido por las
mujeres, las conservadoras –falangistas y católicas-, supieron utilizarlo para
defender, lograr y mantener sus fines. Cuestión que resulta, cuanto menos, paradójica.
La mayoría de las formaciones
políticas y sociales de derechas recibieron con buenos ojos la politización de
las mujeres. Esto no quiere decir que se eliminasen las diferencias internas en
lo que respecta al papel de la mujer en la política. De negar que se
politizasen a pretender la total igualdad de participación pasando por tenerlo
como necesario pero impropio de su género (Arce Pinedo, 2009, citado por Moral
Roncal, 2011, p. 177). Estas mismas formaciones hacían una clara identificación
de la República con la Antiespaña y el desorden social y moral. Entendían que
estaban destruyendo los pilares del Estado, a saber, religión, familia y
propiedad privada. Ante esta situación presentan a la mujer como la salvadora
de la patria y la religión vilipendiadas (Ibíd.).
La clase social a la que pertenecían
las mujeres también constituye una manera de afrontar estas nuevas libertades,
esta ciudadanía. Mientras que las de clases medias mantenían sus ideales
pequeñoburgueses, las de clases populares podrían escapar de una situación de
sometimiento patriarcal. (Yusta, 2006)
La guerra civil y la cuestión de género
La sublevación llevaba consigo un
componente de género “y lo que en ella se jugó entre otras cosas fue el aniquilamiento
de todo lo que la República había significado para las mujeres” (Yusta, 2006,
p. 120). Se reaccionaba ante la transgresión que habían ejecutado las mujeres,
ese salir a la calle, ocupar el espacio público, espacio destinado en exclusiva
a los varones. Cada derecho que la legislación republicana reconocía a las
mujeres, igualándolas a los varones, debía ser eliminado. Tanto en la zona
sublevada como en la republicana, se recurría a las mujeres según los roles y
estereotipos de género (Moral Roncal, 2011). No obstante, en la prensa de la
primera recalcaban que dichas tareas formaban parte de las propias de su género
(Blasco/Illion, 2007, Ibíd., p.123). Además era necesario evitar que las
mujeres se masculinizaran, no podían realizar actividades consideradas
masculinas en un espacio considerado de/para varones. En el discurso sublevado,
política y espacio público estaban vetados a las mujeres (Ibíd.).
Graham (1995), citado por Yusta
(2006, p.119), argumenta que “la reimposición o el reforzamiento de papeles de
género tradicionales es uno de los instrumentos que utilizaran las sociedades
autoritarias de entreguerras para frenar la democratización de la sociedad.” Siguiendo
esta teoría, desde finales de 1937 hasta principios de 1938, un tema candente
fue el modelo de feminidad a seguir junto con sus roles y estereotipos de
género (Moral Roncal, 2011). El trabajo, la instrucción y la “moral pública”,
que incluye el control del cuerpo de las mujeres, son los principales campos
donde se actúa para redefinir la identidad femenina. (di Febo, 2006). Tanto la
Iglesia Católica –IC- como la Sección Femenina –SF- jugaron un papel decisivo
en su configuración, instauración y consolidación.
La Dictadura y la Nueva Mujer
“La
situación de las mujeres equivalía a la de un exilio doméstico” (Tavera García,
2006, p.240).
Se condena y estigmatiza a la
República por haber superado los valores tradicionales, la familia y el hogar.
Contra el caos republicano surge el nuevo orden, que reincorpora el sentido
católico de la familia con su división de espacios, roles y jerarquía. El
Estado se confesionaliza a consecuencia de la identificación por parte de la IC
del golpe de estado a una cruzada, lo que modificó las relaciones de género,
las costumbres recién creadas y las instituciones. La mujer vuelve al hogar y a
su deber biológico, que es ser primero esposa y después madre abnegada. Queda
definida como un elemento que articula y ensambla la sociedad, la familia y el
Estado (di Febo, 2006). Desde la invisibilidad.
Las diferencias entre Falange y la
IC encuentran un respiro en tanto que ambas pretenden la vuelta de la mujer al
hogar cristiano, a la familia, a lo privado. La mujer queda, pues, identificada
como madre. Se elaboran leyes que favorecen y premian la descendencia, dotes
nupciales, mejoras en sueldo en varones que se casan con mujeres trabajadoras
que dejen el trabajo, se prohíbe el trabajo remunerado a las mujeres casadas
con maridos que cobren un determinado sueldo (Ibíd.).
Cierto es que debido a las bajas de
la guerra y a las consecuencias de la autarquía, se defiende la maternidad por
un lado y se limita, cuando no prohíbe, la inclusión de la mujer en el mercado
laboral. No obstante, se recurre a la naturaleza antiintelectual femenina para
argumentar el rechazo del trabajo asalariado (no se menciona la formación
profesional deficiente, ni que desde la escuela todo fomenta el regreso a lo
privado) y la vuelta a lo doméstico (Ibíd.).
Incluso se escriben manuales de
formación para las mujeres y jóvenes donde se aconseja sobre las lecturas, el
trabajo doméstico, qué ropa llevar, formas de sociabilidad. Giuliana di Febo
(2006, p.226), sostiene que “para las mujeres penetra incluso en lo privado, se
hace evidente una de las dimensiones totalitarias del régimen”. Incluso el
cuerpo femenino despierta la atención tanto por su capacidad de procreación y
la eugenesia, como por peligroso y amenazante (Ibíd.).
Pero no todas las mujeres vivieron
las mismas condiciones. La clase social congrega a las mujeres en grupos
diferenciados. En las familias de las clases medias altas las niñas iban a un
colegio la mayoría de las veces de monjas hasta la pubertad. Después se
preparaban para actividades femeninas. Si trabajaban, lo abandonaban al
contraer matrimonio. Las mujeres de clases obreras, campesinas, clases bajas,
asistían unos años a la escuela y trabajaban en fábricas o talleres. Ni el
matrimonio ni el primer hijo conseguían liberarlas
del trabajo asalariado, que se
entendía como una ayuda o complemento al salario familiar, ya que era el varón
el encargado de mantener económicamente el hogar (Tavera García, 2006).
A partir de la década de los 60 se
inician los cambios que son vistos como una “verdadera revolución de género”:
incorporación masiva al ámbito público, reconocimiento de derechos civiles y
políticos y cierta igualdad tanto en la familia como a nivel individual
(Ibíd.). Habrá que esperar a la llamada Transición para que la mujer adquiera
de nuevo el status de ciudadana igualada, formalmente, en derechos y
obligaciones a los varones. La nueva frontera a conquistar es la igualdad real
que se conseguirá, como aquellas anarquistas de Mujeres Libres, luchando contra
el capitalismo y el patriarcado.
Anexo I
Acción Católica de la Mujer. Tradición
antifeminista
Aun presentándose como firmes
defensoras de la familia y el hogar, es decir, del espacio privado, Acción
Católica de la Mujer es una de las organizaciones más activas y que más ocupan
el espacio público durante los primeros años de la República. La jerarquía
eclesiástica las arengaba a ocupar un espacio que no les correspondía por
creencia, más sí por ley. Transgrediendo sus modelos de género, luchaban contra
la laicización y la destrucción de la familia. Además, contaban con el derecho
al voto, con el que podrían incidir en el gobierno de la República (Yusta,
2006).
Si se movilizaban, entonces, era por
intereses religiosos, defendiendo la identidad femenina ubicada en lo
doméstico. Interpretaron la guerra civil como un castigo a ese desorden establecido por la República,
intensificando su tarea de restauración de la familia y la moral católica
(Blasco Herranz, 2003, citado por Morant I Ariño, 2012, p.124). En contrapartida,
las falangistas se movilizaban por motivos políticos. Su sentir era
revolucionario. La guerra era percibida como un acercamiento a la construcción
de un Estado que daría lugar al Imperio y ellas consumarían su parte desde el
hogar (Ibíd.).
Las militantes de Acción Católica
participaron en las secciones femeninas de los partidos conservadores
escudándose en que estaban defendiendo la familia y la comunidad católica en
peligro por la secularización republicana. En ningún momento admitieron, ni ellas
ni sus compañeros, que esas acciones constituían una manera de hacer política,
de participar en la política. De hacer pleno uso de su recién creado status
como ciudadanas (Moral Roncal, 2011).
Pero este movimiento, esta
participación en lo público tiene su caducidad. Tras la revolución asturiana,
octubre de 1934[1],
las mujeres católicas son reconducidas al hogar tanto por la IC como por los
dirigentes políticos de derechas (Yusta, 2006). Llega entonces el momento para
que las mujeres fascistas ocupen el espacio público, transgrediendo, como las
católicas antes, sus propias concepciones del sistema de géneros.
Anexo II
La Sección Femenina. Teoría y práctica
de su ideología de género.
¿Es correcta
la visión que nos presentan diversos estudios donde prevalecen la sumisión, la
subordinación o el sometimiento de las fascistas españolas? ¿Podemos englobar a
la totalidad de las mujeres al analizar el franquismo y los roles de género?
Para muchas, muchísimas mujeres republicanas, comunistas, anarquistas,
socialistas, la victoria del bando sublevado se tradujo en miedo, miseria,
violencia, exilio, represión, muerte… Silencio. El género, entonces, se
presenta como una categoría imprescindible para un correcto y riguroso análisis
histórico (Morant I Ariño, 2012). Es cierto que las normas y leyes promulgadas
durante el franquismo, así como su discurso de género, se dirigían a todas las
mujeres, pero no afectaba a todas de la misma manera.
Las
falangistas, por lo general mujeres solteras, sujetas a la autoridad de la Jefatura
de Estado, a la del Ministro del Movimiento y a la de los mandos políticos de
Falange (Tavera García, 2006), ni buscaban avances democráticos ni igualdad
entre mujeres y varones. Sí intentaron ajustar el discurso falangista
de la feminidad desde su nacimiento, en 1934, durante la guerra civil y en la
dictadura franquista. De constituir un pequeño grupo de mujeres que ayudaban a
sus compañeros de partido, la guerra propició el cambio de naturaleza,
composición y objetivos. Terminada la guerra con la victoria de Franco, se
propusieron englobar en sus filas al conjunto de las mujeres españolas. Era
necesario continuar ocupando en un escenario ya vetado a las mujeres.
Legitimadas en modelos femeninos históricos como Teresa de Jesús e Isabel la
Católica y justificando su pervivencia en la formación obligatoria del Servicio
Social a las mujeres en los valores tradicionales: como esposas, madres y amas
de casa cristianas; patria, hogar, Dios (Morant I Ariño, 2012). Es decir, ya
desprovistas de la ciudadanía completa republicana, la utilizan como agencia.
Realizan actos que crean opinión, ejercen una gran influencia en determinados
campos de la política, participan en el escenario público. El mismo escenario
que defienden como exclusivo de los varones.
La ideología de Falange,
ultranacionalista y revolucionaria, donde el Estado ocupa un papel eminente,
detentaba su particular discurso de género. Si se crea una sección femenina
uniformada, que practica deporte y realiza excursiones, muy criticadas desde el
catolicismo, es para su formación como madres sanas (las prácticas eugenésicas
están en auge) que crean hijos soldados al Estado para la consecución del
Imperio. Esta tarea se realizaba fuera del hogar, de la familia, en una organización
jerárquicamente estructurada. Los mandos eran mujeres jóvenes, solteras,
trabajadoras, sin descendencia, independientes, políticas… Todo lo que las
mujeres que no formaban parte de la SF tenían vetado. Vetado por la SF, por ley,
por costumbre, por tradición, por la IC, por el Régimen. Las contradicciones
quedan patentes (Ibíd.).
La religión católica termina por
ocuparlo todo, reconquistando el terreno ganado por la República. Incluso las
falangistas, por voz de Pilar Primo de Rivera, introducen en su discurso de
manera paulatina pero constante las referencias católicas. El falangismo
fracasa en su ofensiva política de 1941 y se consolida la nacionalcatolización
con Franco y su caudillaje a la cabeza (Ibíd.).
Anexo III
Legislación de la Segunda República en
relación con las mujeres
o
Decreto de 29 de abril de 1931: las mujeres
pueden opositar a notaria y registradora de la propiedad.
o
Decreto de 8 de mayo de 1931: derecho al
sufragio pasivo a las Cortes Constituyentes en mujeres mayores de 23 años.
o
Aprobación de la Constitución el 9 de
diciembre de 1931. Articulado referente a las mujeres:
o
Art. 25: igualdad jurídica de mujeres y
varones.
o
Art. 40: admisión en empleos y cargos
públicos por mérito y capacidad.
o
Art. 46: derecho al trabajo como obligación
social de mujeres y varones.
o
Art. 36: sufragio universal.
o
Art. 41: matrimonio civil.
o
Art. 43: igualdad en el matrimonio entre los
cónyuges.
o
Reformas en el Código Civil, donde las
mujeres podían:
o
Ser testigos tanto en testamentos como en
matrimonios civiles.
o
Ser tutoras de menores y personas con
discapacidad.
o
Conservar su nacionalidad en caso que el
marido tuviese otra.
o
Compartir con sus maridos los bienes conyugales
y la patria potestad de la descendencia.
o
Tener contratos laborales sin cláusulas de
despido en caso de matrimonio.
o
En el Código Penal se eliminaron como delitos
el adulterio y el amancebamiento.
o
25 de marzo de 1932: Ley del Divorcio.
o
25 de junio de 1935: se abole la
prostitución.
o
1936: legalización del aborto (Sánchez, 2009).
o
Se equipara en derechos la descendencia fuera
y dentro del matrimonio.
Anexo IV
Legislación y Organismos de la Dictadura
Franquista con relación a las mujeres
- Se deroga la
legislación republicana.
- Se reinstaura el Código
Civil de 1889, donde se asimila a la mujer casada a menores de edad,
personas ciegas, locas, extranjeras y sordomudas. Establece la obligación
de obediencia al marido, la pérdida de nacionalidad si se casa con un
extranjero. Quedaban incapacitadas para tomar decisiones económicas sin el
acuerdo de su marido (tutela marital), o para ser tutoras, entre otras.
Las viudas que vuelven a contraer matrimonio pierden la patria potestad de
la descendencia (que en primera instancia la ejercía el marido); la
separada, el domicilio conyugal.
- Servicio Social de la
Mujer a cargo de la Sección Femenina, 1937, reorganizado en 1940:
obligatorio, para formar a las mujeres solteras entre 17 y 35 años como
buenas esposas, madres y amas de casa.
- Fuero del trabajo,
1938. Se regula el trabajo a domicilio. Establece la familia como célula
primaria natural, fundamento de la sociedad y como institución moral, a la
que la mujer pertenece y el varón gobierna.
- Ley de Subsidios
familiares, 1938: La familia cristiana como pilar de la nación.
- Decreto de 1 de mayo de
1939: prohibición de la educación mixta.
- Ley de delitos contra
la persona, 1941: aborto, infanticidio y propaganda de anticonceptivos
penados y/multados.
- La Dirección General de
Seguridad en 1941 prohíbe tomar el sol sin albornoz.
- Patronato de Protección
a la Mujer, 1941: para educar a las mujeres en los valores católicos y
apartarlas del vicio y su posible explotación.
- Ley de Reglamentaciones
Laborales, 1942. Solo trabajaban las mujeres solteras o viudas. En caso de
matrimonio tenían que firmar el despido voluntario un mes antes del mismo.
- Ley de 11 de mayo de
1942 por la que se incluye en el Código Penal el adulterio, con diferentes
definiciones y penas para mujeres y varones.
- Ley de Contratos de
Trabajo, 1944. Para trabajar, las mujeres necesitaban la autorización del
marido.
- Plan de Estabilización,
1959. Se incluyen mejoras para las mujeres trabajadoras.
- Ley sobre Derechos
Políticos, Profesionales y Laborales de la Mujer, 1961. Pone fin a la
discriminación salarial y de acceso al trabajo, siempre con la
autorización del marido (Aparicio, 2011).
Fuentes Bibliográficas
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Rodríguez
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discurso franquista hasta los años sesenta. En G. Gómez-Ferrer, G. Cano, D.
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Yusta,
Mercedes (2006). La Segunda República:
significado para las mujeres. En G. Gómez-Ferrer, G. Cano, D. Barrancos y
A. Larvin (Coords.) e Isabel Morant (Dir.), Historia de las mujeres en España y
América Latina. Volumen IV. Del siglo XX a los umbrales del XXI (pp. 101-122).
Madrid: Cátedra.
31/01/2013
[1] . 1934
supone un momento de gran avance y aprendizaje político para las mujeres y las
organizaciones de izquierda. Las mujeres de los presos tuvieron que adjudicarse
sus tareas. Iniciaron una rápida toma de conciencia al formar grupos para pedir
la amnistía tanto para los presos como ayuda a las familias. Entre 1934 y 1936
las mujeres de izquierda se movilizan entre estas acciones a favor de los
presos, huelgas y manifestaciones. Es un periodo de gran actividad política
donde las organizaciones masculinas las reclamaban para participar en
condiciones de plena igualdad (Yusta, 2006).
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