Se me vienen a la cabeza un torrente de palabras. Humildad. Empatía.
Asertividad. Serenidad. Escucha, y no la activa de los años del telemárketing, escucha
con el corazón. Y con la razón. Agradecimiento y gratitud. Además de dinamizar
y llevar un grupo, capacidad de organización y expresión de ideas que he
conseguido con los grupos y las entrevistas. Por cómo me he sentido al llevar
los grupos me he dado cuenta que soy una buena formadora…
Siempre con varones por aquel pacto con los hombres que hice de pequeña. Explico. El curso pasado, en una de las sesiones de Habilidades, nos dieron una sesión de coaching, tan de moda. Nos pusimos por grupos. Cerramos los ojos y ella, la invitada, se puso a hablar. Nos instó a imaginarnos hace unos años. Luego unos poquitos más. Más. Hasta llegar a encontrarnos con la niña que fuimos. O la que aún habita en nuestro interior. ¿Qué necesita esa niña?, nos dijo. Le pregunté a mi niña qué necesitaba. Estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. Extendió los brazos. Me ofreció una corona de princesa. La imagen era grisácea, apagada. Salvo la corona, blanca. Brillaba. No la cogí. Al abrir los ojos lo pusimos en común. Muchas de nosotras lloramos o contamos la experiencia con un nudo en la garganta. Fue una sesión demoledora. Comenté a la mujer invitada lo de mi niña y la corona. “Has hecho un pacto con los hombres”, respondió. Por supuesto… Ese pacto se rompió. De él ya no queda nada, como de la corona. Desde entonces, procuro formar parte de grupos de mujeres donde hablamos y nos cuidamos. Valorarlas. Valorarnos. Descubrí la palabra sororidad y su significado.
Siempre con varones por aquel pacto con los hombres que hice de pequeña. Explico. El curso pasado, en una de las sesiones de Habilidades, nos dieron una sesión de coaching, tan de moda. Nos pusimos por grupos. Cerramos los ojos y ella, la invitada, se puso a hablar. Nos instó a imaginarnos hace unos años. Luego unos poquitos más. Más. Hasta llegar a encontrarnos con la niña que fuimos. O la que aún habita en nuestro interior. ¿Qué necesita esa niña?, nos dijo. Le pregunté a mi niña qué necesitaba. Estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. Extendió los brazos. Me ofreció una corona de princesa. La imagen era grisácea, apagada. Salvo la corona, blanca. Brillaba. No la cogí. Al abrir los ojos lo pusimos en común. Muchas de nosotras lloramos o contamos la experiencia con un nudo en la garganta. Fue una sesión demoledora. Comenté a la mujer invitada lo de mi niña y la corona. “Has hecho un pacto con los hombres”, respondió. Por supuesto… Ese pacto se rompió. De él ya no queda nada, como de la corona. Desde entonces, procuro formar parte de grupos de mujeres donde hablamos y nos cuidamos. Valorarlas. Valorarnos. Descubrí la palabra sororidad y su significado.
Humildad, porque es fácil caer en el etnocentrismo. Al trabajar con el grupo Caminando Juntas, he conseguido dejarlo de lado y escuchar sin paternalismos y sin hacer rápidos juicios de valores desde mi posición de mujer, blanca, europea, con estudios superiores.
Empatía. La empatía
feminista que se desprende de la sororidad. En una de las sesiones grupales,
una de las mujeres aludía a la relación con la madre y dijo: es su madre, su
hermana. Esas palabras se quedaron a vivir conmigo. De ahí viene la dedicatoria
de “Vida en la Memoria” a mi madre, mi hermana. Las palabras de Victoria Sau
Sánchez sobre este tema son la razón de mi actitud desde que empezamos el
máster. Las mujeres como grupos de hermanas.
Asertividad. Porque la
agresividad con la que me suelo relacionar con el mundo no es válida si quiero
relacionarme con las mujeres como grupos de hermanas. Buscaba un motivo por el
que trabajar la asertividad y lo he encontrado rodeada por mujeres grandes,
fuertes, con unas historias de vida que me dejan en nada. Por ellas, por
respeto, voy encontrando la senda de la asertividad.
Serenidad. En las
sesiones, cuando hablaban, se me congelaban las lágrimas en los ojos. Pero si
lloramos y lloramos y lloramos y nos decimos lo pobrecitas que somos y lo mal
que nos ha tratado el mundo, no conseguiremos uno de los objetivos del grupo
Caminando Juntas, que es ese empoderamiento feminista que se genera y alimenta
cuando estamos juntas. Serenidad para escucharlas, que no frialdad.
Escucha. Porque este ha
sido un curso de escuchar, escuchar mucho a muchas mujeres. Lento y pausado. No
se trata de contar mi vida sino de escuchar las suyas. Escuchar y meditar lo
que estoy escuchando para poder organizar los pensamientos en mi cabeza y
seguir la conversación. Es una capacidad que he notado bastante mejorada en la
última entrevista que he realizado. Ya no estoy nerviosa por lo siguiente que
voy a preguntar y, por consiguiente, no escuchando sino oyendo. Ahora escucho y
me recreo en lo que escucho. La pregunta siguiente se crea sola.
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Bien, eso es que te estas deshaciendo de ese ego que a todos nos hace ser cada día más pequeños. Has roto la burbuja, yo también estoy en ello
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