Anexo II
La Sección Femenina. Teoría y práctica de su ideología de género.
¿Es correcta la
visión que nos presentan diversos estudios donde prevalecen la sumisión, la
subordinación o el sometimiento de las fascistas españolas? ¿Podemos englobar a
la totalidad de las mujeres al analizar el franquismo y los roles de género?
Para muchas, muchísimas mujeres republicanas, comunistas, anarquistas,
socialistas, la victoria del bando sublevado se tradujo en miedo, miseria,
violencia, exilio, represión, muerte… Silencio. El género, entonces, se
presenta como una categoría imprescindible para un correcto y riguroso análisis
histórico (Morant I Ariño, 2012). Es cierto que las normas y leyes promulgadas
durante el franquismo, así como su discurso de género, se dirigían a todas las
mujeres, pero no afectaba a todas de la misma manera.
Las falangistas,
por lo general mujeres solteras, sujetas a la autoridad de la Jefatura de
Estado, a la del Ministro del Movimiento y a la de los mandos políticos de
Falange (Tavera García, 2006), ni buscaban avances democráticos ni igualdad
entre mujeres y varones. Sí intentaron ajustar el
discurso falangista de la feminidad desde su nacimiento, en 1934, durante la
guerra civil y en la dictadura franquista. De constituir un pequeño grupo de
mujeres que ayudaban a sus compañeros de partido, la guerra propició el cambio
de naturaleza, composición y objetivos. Terminada la guerra con la victoria de
Franco, se propusieron englobar en sus filas al conjunto de las mujeres
españolas. Era necesario continuar ocupando en un escenario ya vetado a las
mujeres. Legitimadas en modelos femeninos históricos como Teresa de Jesús e
Isabel la Católica y justificando su pervivencia en la formación obligatoria
del Servicio Social a las mujeres en los valores tradicionales: como esposas,
madres y amas de casa cristianas; patria, hogar, Dios (Morant I Ariño, 2012).
Es decir, ya desprovistas de la ciudadanía completa republicana, la utilizan
como agencia. Realizan actos que crean opinión, ejercen una gran influencia en
determinados campos de la política, participan en el escenario público. El
mismo escenario que defienden como exclusivo de los varones.
La
ideología de Falange, ultranacionalista y revolucionaria, donde el Estado ocupa
un papel eminente, detentaba su particular discurso de género. Si se crea una
sección femenina uniformada, que practica deporte y realiza excursiones, muy
criticadas desde el catolicismo, es para su formación como madres sanas (las
prácticas eugenésicas están en auge) que crean hijos soldados al Estado para la
consecución del Imperio. Esta tarea se realizaba fuera del hogar, de la
familia, en una organización jerárquicamente estructurada. Los mandos eran
mujeres jóvenes, solteras, trabajadoras, sin descendencia, independientes,
políticas… Todo lo que las mujeres que no formaban parte de la SF tenían
vetado. Vetado por la SF, por ley, por costumbre, por tradición, por la IC, por
el Régimen. Las contradicciones quedan patentes (Ibíd.).
La
religión católica termina por ocuparlo todo, reconquistando el terreno ganado
por la República. Incluso las falangistas, por voz de Pilar Primo de Rivera,
introducen en su discurso de manera paulatina pero constante las referencias
católicas. El falangismo fracasa en su ofensiva política de 1941 y se consolida
la nacionalcatolización con Franco y su caudillaje a la cabeza (Ibíd.).
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