Pero
empecemos por el principio.
Y
es que está claro que el nuestro es un idioma patriarcal, qué te voy a contar. Sin embargo, sí que te puedo
hablar un poquito del euskera, un idioma que nos viene como anillo al dedo, aunque
no sea el tuyo ni el mío. Y ello se debe a su herencia histórica y mitológica,
porque, como tú muy bien afirmas, somos los hablantes los que hacemos el
idioma, pero es un proceso que dura siglos.
Empezamos con el caso lingüístico: El género en euskera
Empezamos con el caso lingüístico: El género en euskera
En
euskera hay dos clases, animados (humanos y resto de animales) e inanimados;
sin embargo, se diferencian únicamente en la declinación para los casos
locativos o de lugar.
Existen
unas pocas palabras con versión femenina y masculina (en euskera, los nombres y
los adjetivos no llevan marca de género), los únicos que hay provienen de
idiomas con género como el latín ("rey": errege, del latín regem;
"reina": erregina, del latín reginam). En nombres de parentescos,
cuando es preciso englobar los dos sexos, se unen los dos nombres
("hijo": seme; "hija": alaba; "hijo" (ambos
sexos):seme-alaba) o existe un nombre que los incluye: padre: aita; madre: ama;
padres (ambos sexos): guraso. Las distinciones que en otras lenguas se hacen
mediante marcas de género, en euskera se hacen mediante palabras diferentes.
Por ejemplo, la distinción hermano/hermana que se hace en español, en euskera
se hace usando las palabras: anaia [hermano de varón]/arreba [hermana de
varón]/neba[hermano de mujer]/ahizpa [hermana de mujer].
En
tu caso, que tienes un hermano, si no me equivoco, él es tu neba y tú eres su
arreba.
Yo,
como solo tengo hermanas, soy ahizpa y ellas también. En castellano, tú y yo
somos hermanas de nuestros hermanos (ya sean hombres o mujeres; no distinguimos
nada).
Algunas
veces en lugar de un nombre se usa un pronombre: zu [tu/usted], gu
[nosotros/nosotras], etc. Los pronombres tienen significado referencial y
dependen del contexto. No llevan determinante: Gu euskaldunak gara
[Nosotros/Nosotras somos vascos/vascas].
Por
eso, los políticos vascos, independientemente de su signo, suelen usar el
sustantivo en los dos géneros (sobre todo los que tienen el euskera como lengua
materna, porque intentan traducir literalmente y no pueden): el típico “Vascos
y vascas” que oyes siempre.
Seguimos con el caso social:
Todos
los sociólogos coinciden en el aprecio y consideración en que era tenida la
mujer socialmente en Euskadi desde tiempos inmemoriales, por eso en muchos
casos era y es instituida heredera de la casa con preferencia a sus hermanos,
por ejemplo en los tiempos forales; situación contraria al derecho feudal, de
origen germánico (recuerda que hoy en día los fueros se mantienen).
Desde el punto de vista de la antropología simbólica vasca, la Etxevasca (etxea, la casa o caserío familiar), venía a simbolizar la cueva de la Diosa Mari, cuya representación era la Etxekoandre o Señora de la casa (no confundir con la acepción de "ama de casa" en castellano).
La etxe vasca es radical, elemental y
absolutamente matriarcal-femenina, pues es a la vez tiempo y espacio de
comunión de vivos y muertos, morada y sepultura, templo y cementerio y lugar de
vida (procreación y nacimiento) y muerte (defunción, entierro y rememoración).
Continuamos con el caso mitológico
Mari, la Diosa Madre
Mari
es la diosa principal de la mitología euskerica, siendo de las primitivas
Diosas-Madre europeas la única que ha llegado hasta nuestros días. Es el
personaje mítico más relevante de las tradiciones vascas, siendo la señora de
todos los genios telúricos y la madre de Atarrabi y Mikelats, dos divinidades o
genios, el primero signo del bien moral y el segundo del signo contrario. Esta
diosa es por lo tanto neutral, simbolizando el equilibrio de los contrarios
propio de la madre tierra o Amalur.
La
figura mítica de Andra Mari, personificación de la Magna Terra (Ama Lur) y sus
energías vitales, ofrece rasgos perentorios y reflejos quebrados de la vieja
diosa Madre paleolítica y su culto.
Mari
no es sino la proyección mítica de una experiencia primigenia: la experiencia
de la vida vivida bajo el misterio del embarazo femenino, de la alimentación y
cocción femeninas, de la magia curativa de la mujer, del hogar como centro de
la casa. Mari no solamente es la epifanía de Ama Lur (la Madre Tierra/Naturaleza
y sus fuerzas personificadas) sino que representa el ordo natural, cuyas redes
teje y desteje, en devanedera de oro, en las astas de su carnero. A esta
Divinidad máxima vasca se le ofrenda simbólicamente el carnero, animal sagrado
por excelencia, cargado de valores curativos y mágicos. (...) Mari representa
el arquetipo matriarcal predominante en el Paleolítico.
De ahí la persecución en Navarra durante la edad media a las mujeres (por brujas), que aún rendían cultos.
Y acabamos con el mito cosmológico
Esta
concepción mítica matriarcal se corresponde con la concepción propia de los
vascos y vascas, claramente reflejada en su mitología. La Tierra, es madre del
Sol y de la Luna (hijas), frente a las concepciones patriarcales indoeuropeas,
donde el sol es reflejado como un Dios, numen o espíritu masculino. A estas dos
hermanas se les dedicaban los rezos y saludos al amanecer y al atardecer,
cuando volvían al seno de la Madre Tierra, más allá de los mares
"bermejos".
Esta
concepción de la Tierra como Madre, lejos de ser aislada, se encuentra plasmada
en uno de los mitos cosmogónicos más importantes y bellos, el mito de
Eguzkilorea (flor sol en euskera o carlina acaulis).
En
él las mujeres y los hombres de antaño solicitaban ayuda a Amalur (Madre
Tierra) para protegerse de los espíritus malignos que campaban a sus anchas
aterrorizándolos, Amalur respondió creando dos hijas, Ilargi (Luna) y Eguzki
(Sol); pero pronto aquellos espíritus aprendieron a evitar la luz de estas y
entonces la Madre Tierra intervino por última vez en asuntos humanos, naciendo
de su seno una Eguzkilorea, planta protectora desde entonces contra brujas,
laminak y los malos espíritus.
Pero
es que esta planta, tiene muchas propiedades curativas, de ahí la mujer como
sanadora y sabia, y la razón de su posterior persecución por el cristianismo
por bruja.
En
el año 1610, en la localidad de Logroño se llevan a cabo el enjuiciamiento de
presuntas brujas, episodio que se conoce como el Juicio a las Brujas de
Zugarramurdi. Dicha investigación contribuyó a la definitiva abolición de las
quemas de brujas en todo el Imperio Español.
Elena Martos
Traductora de software y videojuegos.
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