Descripción
Perfume en su versión para mujeres: DKNY. El anuncio está sacado de la
revista de prensa rosa de tirada estatal Semana, de 19 de diciembre de 2012,
número 380.
Foto: a ambos lados, dos frascos de
la fragancia que anuncian que ocupan de arriba abajo, enormes, superlativos.
Son blancos, sencillos, de líneas rectas, como dos rascacielos. Entre ellos,
una pareja abrazada de pie, sobre un taxi amarillo. Alrededor hay más taxis
amarillos, los de Nueva York. Están en una calle, se ve un semáforo en rojo a
nuestra izquierda. Edificios altos, difuminados. Luces rojas y verdes,
difuminadas.
Sigamos con la pareja. A nuestra
izquierda, él. Ella a la derecha. Varón blanco, joven, moreno, delgado, se
podría decir atlético, con barba descuidada, cabeza ladeada a su izquierda,
sobre el cuello de ella, no le vemos la cara. Camiseta gris de manga corta por
encima de un pantalón vaquero azul claro, desgastado. Zapatos de cordón negros.
Pies en paralelo ligeramente doblada la pierna derecha. De su cuerpo vemos
parte derecha de su cabeza, algo de cuello y brazo derecho desde el fin de la
manga de la camiseta. Con la mano izquierda ase a la mujer por la espalda,
justo por encima de la cintura. La mano derecha posada sobre su glúteo, el de
ella, izquierdo. Inclinado ligeramente sobre ella. Si trazamos una línea recta
de su cabeza hacia abajo, termina en los pies de ella.
Ella. Mujer blanca, joven, rubia,
melena al viento, delgada, extremadamente delgada, sin curvas, maquillada, ojos
cerrados. Piernas largas, larguísimas. Proporciones desproporcionadas.
Minivestido de fiesta de lentejuelas gris plata de tirantes y corto, cortísimo,
a un palmo sobre las rodillas. Sandalias de tacón al tobillo de tiras en gris y
plata. Gris la suela, tacón de aguja, plataforma mínima, y tiras anchas. Plata
tiras estrechas. Pies uno detrás del otro, con la pierna derecha atrás apoyada
solo la parte delantera de la sandalia. De su cuerpo vemos cabeza, escote,
brazo izquierdo entero, parte del omóplato, piernas, ambas, pies, ya que lleva
sandalias de tiras. Con la mano derecha abraza al varón, la izquierda sobre su
cuello y parte del rostro, brazo doblado. Inclinada hacia atrás ligeramente.
Bajo sus pies, en blanco, la marca.
El eslogan debajo y en gris. Todo en mayúsculas: DKNY, the fragances for women.
Debajo del todo, anuncia su página en la red social Facebook.
El malestar que sí tiene nombre
¿Por
qué elegí esta foto? Porque me hace sentir mal. Mal. ¿Qué hace esa mano posada
sobre el glúteo? ¿Por qué siento como si estuviese invadiendo su espacio? Mi
espacio… ¿Por qué la postura de ella me parece rígida, fría, hierática… como si
de un frasco de colonia se tratase? ¿El adorno femenino sólo tiene como fin
atraer sexualmente a los varones? ¿Convertirnos en sexualmente accesibles,
disponibles? ¿Accesible pero recatada, por la postura que ella tiene de sí pero
no? ¿Ni puta ni sumisa (Amara, 2004), sino todo lo contrario?
Conceptos clave de este comentario:
adorno, heterosexualidad obligatoria, heterorrealidad, género, belleza, amor.
Respecto al adorno del cuerpo
femenino, Rivera (2003, p.135) argumenta que las historiadoras de ahora han
tomado el adorno femenino “en términos de
identificación con la ley del padre, con el saber masculino que cancela el
cuerpo y la sexualidad femeninas, como una limitación de su sentido de la
libertad femenina. Cuando hacemos valoraciones de este tipo olvidamos
precisamente la importancia de la heterosexualidad obligatoria transformando la
capacidad materna femenina en una función social no libre antes de 1950. La toma
de conciencia de que ese lenguaje que dialoga con la madre que yo pienso que es
el adorno femenino, es reconducido mediante la institución de la
heterosexualidad obligatoria hacia un dialogo con los hombres en términos de
seducción cuando las niñas se hacen adultas”.
La heterosexualidad obligatoria es
un concepto que se puede empezar a rastrear en el sistema sexo/género que
realiza Gayle Rubin (1996). “El género es un principio básico de organización
social previo a la clase social o jerarquía, es universal la distinción
hombre/mujer y esta oposición binaria domina las clasificaciones sociales” (Rivera,
2003, p.159). Tendremos
que esperar hasta 1980 para que Adrienne Rich lo nombre como régimen social.
Mediante la heterosexualidad obligatoria se impone sobre todas las mujeres el
modelo de sexualidad reproductiva como el único que deben conocer y practicar,
haciéndolo suyo, propio[1].
Y aquí es donde con mayor fuerza se identifica con el anuncio, ya que este
concepto conlleva la idea del cuerpo femenino como un cuerpo violable, un
cuerpo siempre accesible para los varones (Ibíd, pp.75, 76). Un cuerpo que lo
es en función de la atracción que consiga sobre el cuerpo masculino. Un cuerpo
que se adorna no para sentirse bello, completo en su esplendor (para honrar a
la madre que lo ha gestado, alimentado, completado, engendrado en su interior),
sino para hacerse, convertirse en objeto de deseo, deseable. Pero, cuidado, siempre modesto y recatado.
Lleno de limitaciones. Contenido y automoderado, sexualmente accesible pero no
sexualmente autónomo, soberano. Hecho objeto. La mujer, en palabras de Jonasdóttir (1993,
p.315) “necesita amar y ser amada para habilitarse socio-existencialmente, para
ser una persona”. A vueltas con el mito del amor romántico…
Dando un paso más y ahondando en el
concepto de heterosexualidad obligatoria, obtenemos el concepto de
heterorrealidad o “la visión del mundo de que la mujer existe siempre en
relación con el hombre” (Raymond, 1986, p.3, citada por Rivera, 2003, p.128). “Lo
femenino tal como lo define el orden patriarcal, en función de y subordinado a
lo masculino” (Ibíd., p.55).
“En todas partes, las mujeres están
en este deplorable estado; porque con el fin de preservar su inocencia, como es
cortamente denominada la ignorancia, se les oculta la verdad y se les obliga a
adoptar un carácter artificial antes de que sus facultades hayan adquirido
fuerza. Enseñadas desde la infancia que la belleza es el centro de una mujer,
la mente se conforma con el cuerpo y, vagando por su jaula de oro, solo intenta
adorar su cárcel. (…) Creo firmemente que la mayoría de las insensateces
femeninas proceden de la tiranía del hombre; y el artificio que admito que en
la actualidad forma parte de su carácter, he procurado asimismo reiteradamente
probar que está producido por la opresión” (Wollstonecraft, 1975, pp.131 y 318,
citada en Rivera, 2003, pp.54, 55) Mary Wollstonecraft escribió su Vindicación de los
derechos de la mujer en 1792. Ahora, en 2013, con una diferencia mayor de 200
años, sus palabras emergen al ver la foto.
A las niñas se les regala, colonias, coloretes,
pintalabios, pintauñas… Se les deja el pelo largo desde bien pequeñas, aunque
resulte incómodo. A sabiendas de que resulta incómodo. Aunque se les venga a la
cara y se les meta en los ojos. Cómo van a llevar el pelo corto y parecer un chicazo…
Las mujeres llevan el pelo largo. Lo importante es estar bonitas, ser unas
princesitas, unas muñequitas. Se las peina a estirones y se les llena el pelo
de gomas y pinzas de mil colores. Se les adorna el cuerpo. Las visten con
leotardos que se caen, con vestidos que no permiten abrir las piernas (jamás he
oído a nadie decir a un chico que cerrase las piernas), zapatos de charol y
hebillas doradas, faldas que se dan la vuelta, que se suben… Uniformes con
faldas imposibles, imposibles para jugar en los recreos. Aprenden a adornarse,
quietas, contenidas. Marta, cierra las piernas…
Pero papá, si lo hay, está henchido de felicidad[2]
porque tiene una princesita a la que cuidar y proteger. De la que salvaguardar
la sexualidad cuando llegue el momento… Y mamá, si la hay, está contenta porque
tiene una mini ella a la que comprar todos los vestidos que ella no pudo tener,
a la que educar, sin saberlo, en el horror en que le educaron a ella… Para
reproducir Patriarcado, en la mayor de las perversiones…, de madres a hijas[3].
Para construir una mujer. La mujer que ya imaginan con la ecografía que anuncia
ausencia de pene.
Según nos explica Monique Wittig, lesbiana feminista, “la mente
heterosexual no es capaz de imaginar una cultura, una sociedad en que la
heterosexualidad no ordene no solo todas las relaciones humanas sino también la
producción misma de conceptos y todos los procesos que eluden la conciencia (…)
La retórica que los expresa se envuelve en mitos, recurre al enigma, procede
con la acumulación de metáforas, y su función es poetizar el carácter
obligatorio de serás-hetero-o-no-serás” (Garretas, 2003, p.126 cita a Wittig,
1992, p.28). La misma imagen con dos mujeres abrazándose para anunciar un
perfume femenino nos resultaría incomprensible. ¿Y dos varones abrazados para
anunciar su versión masculina? Inasumible.
[1] “La sexualidad como tal no existe
en el patriarcado, como no existe la maternidad que es su reverso. Si una es
esclava, la otra también. Por basarse el patriarcado en la represión de la
sexualidad femenina” (Sau, 1989, p.260).
[2] Un
estudio recogido en Cuestión de sexos (Fine, 2011), revela que madres y padres,
al anunciar que han tenido una niña, lo hacen llenos de felicidad; cuando
anuncian que ha nacido un niño, es llenos de orgullo. De lo que se desprende
que las niñas aportan felicidad sí, pero los niños, los que continuarán con el
apellido paterno, los que harán genealogía, aportan orgullo.
Para
ahondar en las genealogías femeninas, recomiendo El vacío de la maternidad (Sau,
1995, p.120) “Las mujeres deben darse un
Nombre; hay que trascender de la esencia a la existencia. No se puede seguir
siendo el apósito de otro. El nombre, a su vez, permitirá la genealogía de la
que ahora se carece: esto significa ser personas de derecho, se sujetos
históricos, ser agentes socio- culturales” y Teoría feminista (Amorós, 2011,
minutos 35 a 37:18) “Donde hay genealogía hay poder y donde hay poder se quiere
genealogía”.
[3] Para
ahondar en el tema ver Sau, 1995.
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