jueves, 19 de septiembre de 2013

Ciudadanía femenina durante la II República y la dictadura franquista: Ciudadana republicana. La “nueva mujer” del franquismo. (II)

La II República

            La proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, supuso la invasión, que no la conquista,  del espacio público por las mujeres. Los políticos republicanos tomaron conciencia ante la situación de desigualdad que asfixiaba a las mujeres. Si querían que la República fuese moderna, era imprescindible mejorar las condiciones de vida de las mujeres (Ibíd).

            Las mujeres obtuvieron la ciudadanía de pleno derecho, ya que les fueron otorgados derechos civiles, sociales y políticos, todos ellos recogidos en Decretos, Leyes y en la Constitución aprobada en diciembre de 1931. Tanto para aquellas jóvenes que la celebraban con gorro frigio y escarapelas republicanas como para las conservadoras, que defendían los valores tradicionales: religión, familia, hogar.

            Sin embargo, en el mundo laboral encontraron la oposición más férrea por parte de los obreros, ya que allí donde trabajaba una mujer el patrón reducía los salarios, que por la patronal, puesto que aprovechaba esta situación para obtener mayor plusvalía al pagar menos. Formaciones de la izquierda como UGT y PSOE apoyaban la idea de un salario maternal para que se quedasen en casa criando a la descendencia y adecentando el hogar (Ibíd.). Es decir, sin transgredir las labores propias de su sexo.

            Las organizaciones de mujeres asumieron de diferente manera estos cambios de una sociedad tradicional a una que, al menos en lo legal, se pretendía igualitaria. Las republicanas de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, ANME, aunque sufragistas, defendían un feminismo conservador cuyo discurso continuaba con la idea tradicional del papel de la mujer en la sociedad.

            Las asociaciones femeninas de izquierdas, en el contexto de luchas e inestabilidad social, se ordenaron con las organizaciones masculinas realizando tareas auxiliares de asistencia y cuidado, tan tradicionales. Las actividades que proponía la Asociación de Mujeres Antifascistas, AMA, eran aquellas que se pudiesen compaginar con las labores del hogar y estuviesen en conexión con estas. Es en abril de 1936 cuando nace una organización que reivindica los derechos de las mujeres y lucha contra el capitalismo y el patriarcado desde presupuestos anarquistas. Son Mujeres Libres, creada  por un grupo de mujeres que ve que no tenían espacio propio en el partido, la CNT. No se llaman feministas por las reminiscencias burguesas que desde la izquierda se ha cargado el término (Ibíd.).

            Las mujeres conservadoras, que formaron agrupaciones en los partidos de derechas, justificaban su transgresión de género como algo excepcional, hasta que las divisiones de espacios quedaran de nuevo establecidas (Vincent, 2003 y Blasco Herranz, 2003, citados por Morant I Ariño, 2012, p.118). Aun en contra del nuevo status adquirido por las mujeres, las conservadoras –falangistas y católicas-, supieron utilizarlo para defender, lograr y mantener sus fines. Cuestión que resulta, cuanto menos, paradójica.

            La mayoría de las formaciones políticas y sociales de derechas recibieron con buenos ojos la politización de las mujeres. Esto no quiere decir que se eliminasen las diferencias internas en lo que respecta al papel de la mujer en la política. De negar que se politizasen a pretender la total igualdad de participación pasando por tenerlo como necesario pero impropio de su género (Arce Pinedo, 2009, citado por Moral Roncal, 2011, p. 177). Estas mismas formaciones hacían una clara identificación de la República con la Antiespaña y el desorden social y moral. Entendían que estaban destruyendo los pilares del Estado, a saber, religión, familia y propiedad privada. Ante esta situación presentan a la mujer como la salvadora de la patria y la religión vilipendiadas (Ibíd.).

            La clase social a la que pertenecían las mujeres también constituye una manera de afrontar estas nuevas libertades, esta ciudadanía. Mientras que las de clases medias mantenían sus ideales pequeñoburgueses, las de clases populares podrían escapar de una situación de sometimiento patriarcal. (Yusta, 2006)


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