jueves, 26 de septiembre de 2013

Ciudadanía femenina durante la II República y la dictadura franquista: Ciudadana republicana. La “nueva mujer” del franquismo. (VI)

Anexo II

La Sección Femenina. Teoría y práctica de su ideología de género.

            ¿Es correcta la visión que nos presentan diversos estudios donde prevalecen la sumisión, la subordinación o el sometimiento de las fascistas españolas? ¿Podemos englobar a la totalidad de las mujeres al analizar el franquismo y los roles de género? Para muchas, muchísimas mujeres republicanas, comunistas, anarquistas, socialistas, la victoria del bando sublevado se tradujo en miedo, miseria, violencia, exilio, represión, muerte… Silencio. El género, entonces, se presenta como una categoría imprescindible para un correcto y riguroso análisis histórico (Morant I Ariño, 2012). Es cierto que las normas y leyes promulgadas durante el franquismo, así como su discurso de género, se dirigían a todas las mujeres, pero no afectaba a todas de la misma manera.

            Las falangistas, por lo general mujeres solteras, sujetas a la autoridad de la Jefatura de Estado, a la del Ministro del Movimiento y a la de los mandos políticos de Falange (Tavera García, 2006), ni buscaban avances democráticos ni igualdad entre mujeres y varones.    Sí intentaron ajustar el discurso falangista de la feminidad desde su nacimiento, en 1934, durante la guerra civil y en la dictadura franquista. De constituir un pequeño grupo de mujeres que ayudaban a sus compañeros de partido, la guerra propició el cambio de naturaleza, composición y objetivos. Terminada la guerra con la victoria de Franco, se propusieron englobar en sus filas al conjunto de las mujeres españolas. Era necesario continuar ocupando en un escenario ya vetado a las mujeres. Legitimadas en modelos femeninos históricos como Teresa de Jesús e Isabel la Católica y justificando su pervivencia en la formación obligatoria del Servicio Social a las mujeres en los valores tradicionales: como esposas, madres y amas de casa cristianas; patria, hogar, Dios (Morant I Ariño, 2012). Es decir, ya desprovistas de la ciudadanía completa republicana, la utilizan como agencia. Realizan actos que crean opinión, ejercen una gran influencia en determinados campos de la política, participan en el escenario público. El mismo escenario que defienden como exclusivo de los varones.

            La ideología de Falange, ultranacionalista y revolucionaria, donde el Estado ocupa un papel eminente, detentaba su particular discurso de género. Si se crea una sección femenina uniformada, que practica deporte y realiza excursiones, muy criticadas desde el catolicismo, es para su formación como madres sanas (las prácticas eugenésicas están en auge) que crean hijos soldados al Estado para la consecución del Imperio. Esta tarea se realizaba fuera del hogar, de la familia, en una organización jerárquicamente estructurada. Los mandos eran mujeres jóvenes, solteras, trabajadoras, sin descendencia, independientes, políticas… Todo lo que las mujeres que no formaban parte de la SF tenían vetado. Vetado por la SF, por ley, por costumbre, por tradición, por la IC, por el Régimen. Las contradicciones quedan patentes (Ibíd.).

            La religión católica termina por ocuparlo todo, reconquistando el terreno ganado por la República. Incluso las falangistas, por voz de Pilar Primo de Rivera, introducen en su discurso de manera paulatina pero constante las referencias católicas. El falangismo fracasa en su ofensiva política de 1941 y se consolida la nacionalcatolización con Franco y su caudillaje a la cabeza (Ibíd.).

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